En Argentina, el queso es un protagonista indiscutido de nuestra mesa. Consumimos, en promedio, 3,4 kilos de queso semiduro por año. Variedades como el Gouda, Pategrás, Gruyère y Fontina, que destacan no solo por su sabor, sino por su aporte nutricional: proteínas, vitaminas, minerales y grasas de fácil digestión. Detrás de cada pieza se encuentra un minucioso proceso de maduración, en ambientes controlados a 4° o 5°, donde las bacterias naturales generan aromas, texturas y hasta los característicos agujeros.
En este escenario, Quesos Fermier ha sabido diferenciarse y posicionarse como un ícono de calidad artesanal. Desde 1987, la familia Rigabert-Saporiti lleva adelante esta quesería ubicada en Suipacha, Buenos Aires, combinando técnicas francesas con un profundo respeto por el trabajo del campo.
El inicio de un sueño entre olivos
“Decidimos dejar atrás la ciudad y cambiar nuestra vida por el campo”, cuenta Paula Saporiti, fundadora de Quesos Fermier junto a su esposo, Daniel Rigabert. La oportunidad surgió cuando les ofrecieron administrar un tambo en Suipacha, provincia de Buenos Aires. “Siempre soñamos con hacer quesos con nuestra propia leche”, agrega Paula.
Ese sueño los llevó a Francia, cuna de los mejores quesos del mundo. Allí, Daniel se formó en regiones como la Alta Saboya, donde aprendió a elaborar clásicos como el Reblochon, la Tomme y la Raclette, y en Jura donde incorporó técnicas para producir Morbier. Y en París aprendió a hacer Brie.
De regreso en Argentina, Daniel acondicionó el tambo y comenzaron a producir quesos. “Nuestras primeras pruebas fueron con el Reblochon, pero adaptado al paladar argentino, más suave en aroma”, recuerda Daniel.
Quesos con identidad
Hoy, Quesos Fermier ofrece una amplia variedad que incluye estilos franceses (Brie, Camembert, Morbier, Raclette), italianos (Fontina, Sardo con pimienta, Pepato) y argentinos (Criollos, Suipacha, Tambos y Goya). “Nos inspiramos en lo que aprendimos en Francia en un tambo fábrica, donde todo se hace con dedicación y con materia prima de calidad”, explica Daniel.
“Nuestros quesos tienen carácter, sabor y una identidad propia. Están hechos con leche pura, sin conservantes ni agregados, y trabajados artesanalmente por maestros queseros”, asegura Paula. Esta combinación de tradición, técnica y pasión es lo que diferencia a Fermier de otros productores industriales.
Reconocimiento y familia
Al poco tiempo de arrancar con la producción se presentaron en un reconocido concurso de quesos y su Reblochon fue premiado como el mejor queso de la feria. “Ese reconocimiento nos dio confianza para seguir apostando”, cuenta Daniel.
A lo largo de estos 37 años, Quesos Fermier ha acumulado premios en exposiciones como Mercoláctea, Exposuipacha y Caminos y Sabores, reflejando la constancia y la calidad de su producción.
Este 2024 volvió a brillar al consagrarse como el Mejor Queso Semiduro en el concurso Experiencias del Sabor de la feria Caminos y Sabores. “Es un logro que reafirma todo el esfuerzo y amor que ponemos en cada pieza”, asegura Daniel.
Hoy, el legado de Daniel y Paula continúa en manos de sus hijos: Felipe, ingeniero en alimentos, quien lidera la producción, y Ainhoa, licenciada en publicidad, que está a cargo de la comunicación e imagen. “Con ellos, el proyecto sigue creciendo, adaptándose a los nuevos tiempos sin perder su esencia artesanal”, destaca Paula con orgullo.
Un queso con alma
“Cada queso que producimos cuenta nuestra historia: el amor por el campo, el respeto por la tradición francesa y la dedicación a lo artesanal”, explica Daniel.
En cada bocado de Quesos Fermier se descubre más que un producto: es el resultado de años de trabajo en familia, pasión y un profundo respeto por lo que hacen. Una historia que se reinventa con cada pieza.