Por María Paula Bandera
Los vinos orgánicos pasaron de ser poco apreciados, e incluso incomprendidos, a transformarse en una categoría muy demandada, sobre todo entre los consumidores más jóvenes.
Es que este tipo de vinos está alineado a la alimentación consciente y a las prácticas sustentables que cuidan el planeta.
Para elaborarlos se trabaja bajo un sistema de cultivo orgánico que prohíbe el uso de productos químicos, lo que implica un fuerte trabajo en los viñedos: los suelos se enriquecen con compost, se respeta la biodiversidad y, en caso de plagas, se recurre a barreras físicas, trampas mecánicas o pesticidas naturales.
Sin embargo, todo esto no alcanza para que un vino puede llevar el título de “orgánico” en su etiqueta. Es necesario que una certificadora oficial audite el proceso para avalarlo y otorgar la certificación.
Los viñedos de las principales zonas productoras de Argentina cuentan con buena sanidad natural gracias al clima – pocas lluvias y concentradas en una época del año, buena insolación, baja humedad – por eso la mayoría de las bodegas pueden hacer un manejo 100% orgánico del viñedo aunque no cuentan con la certificación.
Por otro lado, los pesticidas de hoy mejoraron en relación a sus predecesores. La industria agroquímica desarrolló fitosanitarios de muy bajo riesgo ambiental y toxicológico.
Este año, por primera vez, el Laboratorio Estadístico del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) elaboró el informe de Productos Orgánicos Vitivinícolas.
Los datos recabados indican que Argentina posee “9.300 ha cosechadas de uva orgánica, lo cual representa el 4,4% del total cultivadas”, y que “la producción de vid orgánica en nuestro país aumenta a un ritmo de 38% anual (promedio 2018-2021)”.
La bodega mendocina Domaine Bousquet es una de las pioneras en el segmento; desde 1997, cultiva de forma orgánica. La trayectoria la posicionó como la principal exportadora argentina de “vino orgánico certificado”.
Otra que figura entre las precursoras es Bodega Argento, que trabaja bajo ese sistema de producción desde 2010 y hoy cuenta con una de las fincas orgánicas más grandes del país: 232 hectáreas en Alto Agrelo, Mendoza.
Cada vez más productores eligen sumar esta categoría a su portfolio; en 2022, Luigi Bosca, Nieto Senetiner y Renacer lanzaron sus primeros vinos orgánicos.
La oferta seguirá creciendo porque estos productos responden, además, a otra tendencia de la vitivinicultura actual: la búsqueda de vinos transparentes, que hablan de su lugar de origen; algo que se logra en gran parte gracias a la ausencia de sustancias y métodos que “maquillen y corrijan” lo que da la tierra.
Como siempre hay un lado B, la desventaja es que este sistema productivo exige más trabajo en la finca lo que, sin dudas, se traslada al precio. Pero las ventas demuestran que los consumidores están dispuestos a pagar un extra por un producto más amigable con el organismo y el planeta.
María Paula Bandera
@paubande
Periodista especializada en gastronomía con 15 años de trayectoria en el rubro.
Sus artículos han sido publicados en prestigiosos medios nacionales e internacionales, como Clarín, Forbes, Brando, Cucinare, Bleu&Blanc (México), iN (Chile).
Actualmente colabora en las revistas Apertura, Elle y Ohlalá.